Cuando no se cree ni en causas primeras ni encadenamientos casuales, los puntos que se escogen para contar una historia parecen siempre arbitrarios. No hay ningún suceso ni entidad que pueda ser de utilidad para esta tarea.
¿Qué dio origen a Gustavo Candia? Algunos se satisfacen imaginando a un grupo de espermios dando vueltas en un útero hasta encontrarse con un óvulo. Pero Gustavo tiene la suerte de ser algo más que el resultado de una fecundación; a él lo pensaron antes de ser hecho biológicamente, así que, para los efectos del mundo en que las personas viven cotidianamente, es como si hubiese existido antes de ser creado.
Incluso ya creyendo en un destino causalmente ordenado, es difícil pensar en qué eventos incluir para describir el origen. No es descabellado hablar de aquellos momentos en que los papás de Gustavo se conocieron en una iglesia hace muchos años, de sus posteriores encuentros en las plazas y en sus casas y de cuando, dentro de un estado eufórico inducido por los neuropéptidos propios de nuestro organismo, hablaron de tener hijos. Tampoco lo sería hablar de los detalles más escabrosos de la penetración y el coito ni de los gradientes al interior del útero que propiciaron la conducción de ciertos espermatozoides, y no otros, a las proximidades del óvulo que guardaba la mitad del material genético que daría forma a los rasgos toscos y feos de Gustavo.
Eso puede ser informativo, pero podríamos ir todavía mucho más atrás o un poco más adelante y ser igual de informativos.
Podríamos hablar de Gustavo Candia como un hijo de su contexto socio-histórico, y ver a sus padres como vehículos de la acción social, personas que consumieron lo que la sociedad dio y trabajaron para pagar lo consumido y pagar también el sustento de otros (más ricos y más pobres). Dieron a luz un hijo en las condiciones adecuadas para ser un buen ente productivo; nacido en hospital público, pero bien atendido, con peso promedio, ropa asegurada gracias al afecto y compromiso de los amigos de sus papás, y una educación asegurada en los establecimientos propios de la gente de su nivel socio-económico.
Y seguir para atrás: otro vástago mestizo, como todos en chile, mezcla de mapuche y español, de hombres que trabajaron como subalternos en el campo y las ciudades del siglo XIX, para trabajar en los servicios públicos en el siglo XX.
Y se podría terminar de hablar del origen yendo un poco más adelante. Hablar de aquel momento en que Gustavo, a los cuatro años, se encontró solo caminando por una vereda. No pasaba ni una micro por la calle, se escuchaban los pájaros y el horizonte lo llenaba un cerro verdoso.
Entonces se dio cuenta de que estaba vivo.
Es una sensación que no a todos les llega, pero que ocurre. Puede pasar al leer un libro, a la salida de una tienda o en el baño o en cualquier parte. Te invade y se siente un poco extraña, aunque se trata de algo cotidiano: estás vivo. Cuando pasa por primera vez, comienzas a vivir. ¿O no?
Desconozco una respuesta satisfactoria cuando se trata de la cuestión del origen. De todas formas, estoy seguro de algo; la estructura mediante la cual se hará presente aquí el vivir de Gustavo es alevosa. Y para el diseño de la misma sólo cabe señalar y preguntar.
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1 comentario:
Y... que sigue ahora?
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